viernes, 17 de octubre de 2008

Odio intersuperficial

No supe de tu existencia hasta pasada mi niñez. Sin embargo, siempre estuviste cerca, envolviendo mi mundo. A pesar de que infinitas veces te he utilizado y me he aprovechado de ti, no puedo olvidar todos los malos momentos que me has dado.

Ya de niño tuve problemas contigo. Cientos de veces te cebaste en hacer sangrar mis rodillas y rasgar mis vaqueros.

De adolescente, me traicionabas cuando, tras una larga noche de kalimotxo, avisabas a mis padres con tus chirriantes ruidos al ritmo de mis pasos.

Ya de mayor, te volviste juguetón y decidiste aparecer para desgastar mis neumáticos o desaparecer para hacerme dar de bruces con mi moto contra el asfalto.

Pero se acabó. Llevo preparándome muchos años y voy a por ti. Te he estudiado a fondo y conozco cómo dominarte, cómo controlarte, cómo subyugarte. Mis únicas armas: aceite y Coca-Cola.

Vas a pagar todos los problemas que me has causado. Recordarás todos los objetos que, a pesar de estar cuesta abajo, quedaban inmóviles por tu culpa en mis problemas. Te haré desaparecer como lo has hecho todas las veces cuando te has interpuesto para frenar mis iniciativas pero te has venido abajo cuando me has visto tomar velocidad. Te haré aparecer de nuevo a mi antojo cuando quieras volver deslizante una superficie que antes no lo era.

Es tu fin.

Te odio, coeficiente de rozamiento.

2 comentarios:

Dani Ramírez dijo...

¿Y los embarazos no deseados? ¡Maldito factor lineal opuesto al vaivén!

El conocedor de lo ignoto y lo aberrante dijo...

va y ven va y ven va y ven va y ven

es como mágico, ¿no?