viernes, 29 de mayo de 2009

El problema de los puentes de Königsberg

Königsberg, hoy Kaliningrado, es una ciudad de historia complicada que en el siglo XVIII asistió al acto de coronación de Federico III de Brandenburgo, que supuso la creación del Reino de Prusia.
El nuevo Rey decidió coronarse como Federico I de Prusia, añadiendo aún más confusión al complejo árbol genealógico de las monarquías europeas. Sus vasallos no estaban seguros de si el Rey que iba a coronarse era uno nuevo o su propio abuelo (el del rey). Para añadir un poco más de excentrincidad, dijo que invitaría al banquetazo que iba a organizar en el castillo de Königsberg, al que le mostrara el recorrido que debía hacerse por la ciudad, de forma que se volviera al punto de partida, se pasara una sola vez por cada puente, sin repetir, y que no se dejara ninguno sin cruzar.
Durante meses, los königsberguienses deambularon por la ciudad, viendo cómo se acercaba poco a poco el día de la coronación. Muchos decían que el Rey les había hechizado, pues siempre acaban cruzando algún puente más de una vez, o dejando alguno sin cruzar. Algunos, en las tabernas del barrio ruso, afirmaban solemnemente haber resuelto el que comenzó a denominarse "problema de los puentes de Königsberg", y desafiaban a quien osara poner en duda su aseveración a terminar de un trago y antes que ellos una botella de vodka, lo cual suponía un muy antiguo ritual de resolución de conflictos. Algunos otros, exhaustos tras intentar encontrar la ruta buscada, se lanzaban a las frías aguas del río Pregel. De este modo, la tensión social continuó creciendo, pues muchos ciudadanos acusaron a los rusos de haber llevado a cabo un pacto con el diablo que les permitía sortear el hechizo lanzado por el Rey, y los rusos por su parte afirmaban no recordar con seguridad haber dicho nada sobre el dichoso problema de los puentes ni que hubiera un nuevo Rey, aunque por su parte les parecía bien siempre y cuando hubiera vodka de por medio.

Y en este desapacible ambiente transcurrió el reinado de Federico III, que se libró de invitar a ningún plebeyo a su fiesta, salvo algunas lavanderas que amenazaron con sacar a la luz ciertos escarceos nocturnos del Rey y su guardia de soldados a la orilla del río, aunque esto oficialmente nunca ha sido reconocido por la estirpe real prusiana. Ya en el fin de su reinado, y buscando sucesor, mandó llamar al joven Euler, atractivo matemático de 28 años de edad, proponiéndole que resolviera el misterioso acertijo que le había acompañado durante todo su reinado, y el trono sería suyo.

El joven Euler pasó varios días meditando sobre el problema y andando por la ciudad. En una sombría taberna rusa, e inspirándose en los generosos pechos de una mesonera, tuvo una etílica visión en la que descubrió que era imposible recorrer todos los puentes una sola vez. El esquema planteado por Euler en una servilleta era tal que así:



En él representaba cada puente con un arco o arista, que unían los distintos puntos de llegada o nodos.

Según Euler, era imposible realizar el recorrido propuesto por el Rey durante décadas, puesto que el número de arcos que incidía en cada nodo no era par, condición imprescindible para poder entrar y salir en los nodos por distintos caminos.
El Rey entró en cólera, afirmando que Euler quería burlarse de él. Los comerciantes de suelas de zapatos vieron en la representación de Euler un peligro para su negocio. Afirmaron que la peligrosa representación en papel mediante trazos y puntos había hecho bajar la venta de suelas de zapatos en la ciudad más de un 30%, puesto que la gente prefería sentarse tranquilamente en una tasca y garabatear intentos de resolución del problema en lugar de hartarse de caminar como había sucedido toda la vida. Acusaron a Euler de fomentar la piratería de caminatas, y el Rey, preocupado ante una revuelta, ordenó a Euler abandonar Prusia. Los comerciantes de suelas exigieron un cánon por cada útil de escritura, trozo de papel, cartón o lienzo que se vendiera en Königsberg, a lo que el Rey accedió por miedo a perder popularidad entre el poderoso gremio de traficantes de suelas. Entonces los rusos se quejaron de que aquella medida había encarecido el vodka, puesto que las etiquetas de papel que acompañaban sus botellas habían sido grabadas con el famoso "cánon de compensación por caminata perdida". Los ciudadanos de Königsberg comenzaron a representar con evidente buen gusto el famoso escote de la mesonera en el suelo de los jardines de la ciudad, removiendo la tierra con palitos y ramitas de los árboles. Los traficantes de suelas exigieron que se aplicara el cánon por cada planta que se plantara en la ciudad, y la locura recaudadora llevó a un sinfín de revueltas que terminaron cuando el Rey murió y un brote de peste bubónica asoló el barrio de los traficantes de suelas.

Años más tarde, invitado por Federico II el Grande, sucesor de Federico I, Euler acudió a trabajar a la Academia de Berlín, donde elaboró la mayoría de sus brillantes trabajos.

Euler nunca reclamó su merecida corona. La historia está llena de injusticias.

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